escúchalo a uno punto cinco (1,5) acelerado
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“Corazón que no siente, ojos que no ven” es un titulo poético invertido que transmite una verdad sobre la interconexión entre nuestros sentimientos y emociones y nuestra percepción del mundo.
No es el corazón el que siente en el sentido literal, pero simbólicamente está ligado a nuestras emocioness.
Las reacciones que atribuimos al corazón como los latidos acelerados o los descompases que sentimos en momentos de intenso miedo o alegría, son manifestaciones físicas de nuestras emociones más profundas.
He experimentado en carne propia cómo un torrente de emociones puede sentirse como una carrera frenética del corazón. En esos momentos, es como si el mundo entero cambiara de ritmo al compás de mis pulsaciones.
La taquicardia, aunque a veces alarmante, nunca me ha causado daño pero sin embargo sí ha sido un claro indicador de un huracán emocional subyacente.

Las personas variamos enormemente en nuestra respuesta emocional.
Algunas parecen tener un control glacial sobre sus sentimientos y emociones, mientras que otras somos mar de emociones.
Y luego están aquellos que se adaptan y que modulan su afectividad según lo dicten las circunstancias.
En todos los casos nuestras emociones colorean nuestra percepción de la realidad.
La visión de nuestra vida y nuestras relaciones se filtra a través de nuestros sentimientos. Sin ellos, muchas veces pasamos por alto lo que está justo delante de nosotros.
¿Cuántas veces hemos fallado en ver el amor de alguien, el dolor de un amigo, o incluso nuestra propia felicidad o insatisfacción, simplemente porque no nos sentimos lo suficientemente conectados emocionalmente para percibirlo?
Esto me lleva a la fe y la creencia. A menudo escuchamos que la fe es creer sin ver, pero, ¿es posible que no veamos simplemente porque no sentimos? Hay más verdad en esta inversión del refrán.
Lo que sentimos intensamente nos permite ver más claramente. La pasión, el entusiasmo, el dolor y el amor iluminan aspectos de nuestra vida que de otro modo permanecerían ocultos.
Cuando alguien con verdadera vocación nos habla de su pasión, su entusiasmo puede ser tan contagioso que, de repente, vemos el mundo a través de sus ojos. Esos momentos son reveladores, porque nos muestran que la empatía puede ser un puente hacia mundos que antes no percibíamos.
Este relato es una reflexión de que nuestras emociones no solo son centrales en cómo experimentamos la vida, sino también en cómo la entendemos.
Sentir plenamente es el primer paso para ver con claridad. Así que, abramos nuestros corazones, permitamos que nuestras emociones fluyan y preparemos nuestros ojos para ver el mundo que estas nos revelan.
MGC
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