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cuando llegue la inspiración, que me encuentre trabajando

[2,5 minutos de lectura]

Siempre me ha fascinado esa frase de Picasso. 

Me la imagino como un mantra repetido en los estudios de artistas, en oficinas de emprendedores y en los cuadernos de escritores que buscan esa chispa creativa. 

Hace poco, descubrí otra versión más irónica, más cruda y definitivamente más divertida de lo que significa la inspiración.

Fue viendo un monólogo del comediante Bill Burr, un tipo conocido por su estilo mordaz y su humor sin filtros. 

En este caso, hablaba de Steve Jobs, el genio detrás de Apple, pero no lo hacía desde la típica perspectiva de admiración absoluta. No. 

Burr lo pintaba como un auténtico déspota, un tipo que tenía visiones en mitad de la noche, despertaba, anotaba cuatro ideas en una libreta y luego llegaba a la oficina exigiendo que su equipo hiciera realidad esas locuras.

La escena que Bill Burr describe es desternillante. Jobs aparece en una reunión diciendo algo como:

— Quiero un teléfono sin botones. Sólo una pantalla. Háganlo.

Y los ingenieros, desconcertados, se miran entre sí. No hay ningún plano, ningún concepto técnico, solo la orden de un visionario que había soñado algo y esperaba que su equipo lo hiciera realidad.

— Quiero que tenga un solo botón. Y que se conecte a internet. Y que sea táctil. Y que lo pueda manejar un niño de tres años y también mi abuela.

Los ingenieros, según Burr, estarían desesperados tratando de traducir esos sueños en algo posible. Porque no importa lo complejo que fuera, no importaba si la tecnología aún no existía, la respuesta era siempre la misma: háganlo.

Me reí mucho con el monólogo, pero también pensé en cuánto de verdad tenía. Jobs, como muchos grandes creadores, no se preocupaba de cómo, sino de qué. La inspiración le llegaba y no la dejaba escapar, la imponía.

Picasso decía que la inspiración debía encontrarnos trabajando. Jobs parecía pensar que la inspiración debía encontrarlo durmiendo y, una vez despertara, debía encontrar a otros trabajando por él.

Pero al final, la lección es la misma. Las ideas, sin ejecución, no valen nada. No basta con tener sueños; hay que ponerlos en marcha, convertirlos en productos, en proyectos, en realidades.

Así que, ya sea trabajando sin descanso como Picasso o soñando y dejando que otros lo hagan realidad como Jobs, el punto es que sin acción, no hay inspiración que sirva de nada.

ps: este es el monólogo de Bill Burr – https://youtu.be/1liOZ1fW1F8

MGC

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