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cuando no sabemos a dónde nos dirigimos, todos los vientos son desfavorables

[2,5 minutos de lectura]

A veces siento que la vida es como estar en medio del mar, sin brújula, sin mapa, sin estrellas. 

Cuando no tienes claro el rumbo, cualquier corriente parece errónea, cualquier decisión es cuestionable, y hasta el viento, que en otro momento podría impulsarte, se convierte en un obstáculo más.

Hace unos años pasé por una etapa así. Me levantaba cada día con una sensación de movimiento, pero no de avance. Como si remara con fuerza en una barca que giraba sobre sí misma. Tenía trabajo, tenía familia, tenía salud, y aun así sentía que algo faltaba.

Fue entonces cuando me topé con la frase de Séneca: “Cuando no sabemos a dónde nos dirigimos, todos los vientos son desfavorables.” 

Y algo se encendió en mi interior. No se trataba de la fuerza del viento, sino de mi falta de dirección. Era yo el que no sabía hacia dónde quería ir.

Vivimos rodeados de estímulos, de exigencias, de expectativas que muchas veces no son nuestras. 

Nos dejamos arrastrar por la inercia, por lo que toca, por lo que se espera. Y un día te das cuenta de que llevas años caminando por un sendero que ni siquiera recuerdas haber elegido.

A raíz de esa reflexión, empecé a detenerme. A preguntarme: ¿Qué quiero de verdad? ¿Qué me mueve? ¿Qué me hace sentir que cada paso tiene sentido? Fueron preguntas incómodas, lentas, incluso dolorosas. Pero necesarias.

Marcar un rumbo no es tener todo claro, pero sí saber qué tipo de vida quieres construir. 

Para mí, fue empezar a elegir mejor en qué proyectos trabajar, con qué personas rodearme, y qué cosas priorizar en mi día a día. 

Y fue asombroso cómo, de pronto, los mismos vientos que antes me zarandeaban, ahora me empujaban hacia adelante.

No se trata de tenerlo todo planeado. Se trata de tener una intención, una dirección. 

Y entonces, aunque el viento cambie, tú sabes ajustar las velas. Ya no ves obstáculos, sino desvíos. 

Ya no sientes que el mundo está en tu contra, sino que simplemente necesitas adaptarte.

Séneca tenía razón. Cuando uno no sabe a dónde va, todo molesta, todo se vuelve difícil. 

Pero cuando decides tu norte, hasta las tormentas te enseñan. Y cada viento, por fuerte que sople, acaba siendo favorable. Porque tú sabes a dónde vas.

MGC

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