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cuando somos jóvenes lo sabemos todo

escúchalo a uno punto cinco (1,5) acelerado

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Cuando era joven sentía que lo sabía casi todo. 

Mi carrera profesional comenzó en el mundo de la consultoría estratégica, una carrera prometedora aunque repleto de aprendizajes duros. 

Un jarro de agua fría tras otro. Nos vendían los socios como expertos a los clientes, pero en realidad éramos juniors recién salidos de la universidad a los que nos tocaba lidiar con el peso de grandes proyectos y directivos y C-Levels en los clientes. 

Éramos, por decirlo de alguna manera, la versión corporativa de los recién llegados en un prestigioso bufete de abogados. Esos que apenas comienzan y que aunque trabajan en los casos más importantes, son los que menos saben. 

Las consultoras top hacían la selección de forma muy exquisita fichando a jóvenes promesas.

Las empresas de consultoría estratégica y de banca de inversión siempre han sido los más demandados. 

Me llovían balas desde todos los frentes. La curva de aprendizaje era una W en cada proyecto. 

Al principio pensabas que dominabas y que lo entendías casi todo, pero pronto te dabas cuenta de que no sabías nada. Dos pasos adelante y uno atrás. 

Te confiabas en el camino y te convencían y te convencías de que eras de los mejores. Y de repente llegaba el cliente unos días antes de la entrega y te decía que había que cambiar casie todo. 

Al final, con mucho esfuerzo, los entregables cumplían las expectativas con creces.

Cuando era jóven claro que lo sabíamos casi todo. Nos veíamos como expertos en tiempo récord, aunque en realidad no llegábamos ni de cerca a las 10.000 horas necesarias para dominar algo, como dicta la teoría. 

Pero, ¿cómo no íbamos a pensar eso? La presión que nos ponían los managers y los socios era inmensa.

Recuerdo algunos viernes cuando el socio del proyecto nos llamaba a última hora y nos decía: 

“El lunes a las 9:00 AM quiero la presentación terminada con todos los cambios en mi mesa. Tiene que estar perfecta, tal y como hemos discutido con el cliente”.

Los primeros tres viernes negros, esa orden venía de los socios. Al cuarto viernes negro ya era uno quien se lo decía a si mismo y ejecutábamos de forma coordinada el fin de semana. Presión de fuera, presión de dentro y altísimo nivel de autoexigencia.

Con esa presión, ¿cómo no íbamos a creer que lo sabíamos casi todo? 

Esto no era exclusivo de la consultoría ni de la banca de inversión, pero es ahí donde me movía y la gente a la que conocía.

Después de años de experiencia me doy cuenta de cómo éramos en aquel entonces y me fijo especialmente en los jóvenes de hoy.

Hace poco he tenido una conversación con la hija de unos amigos que trabaja en un Private Equity potente en Nueva York. 

Escuchaba con interés mientras me lanzaba siglas y términos financieros con la confianza de quien siente que domina todo: equity, debt, IRR / TIR, MOIC, LPs, PE’s, billones gestionados, …

La joven afirmaba que en los 22 años de historia de su empresa, nunca habían perdido dinero. Sonreí para mis adentros, recordando mis propios días de consultoría. 

En los años de juventud nos sentimos invencibles, y con el tiempo aprendemos que nunca debemos dejar de aprender y lo importante que es preguntar y escuchar.

MGC

ps: la primera comida con Jesús Alonso Gallo el jueves 28 de noviembre – 👉🏻 AQUÍ

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