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Hay frases que se te quedan grabadas para siempre. Esta, de Miguel Gila, fue una de ellas.
La escuché por primera vez en un vídeo viejo, de esos que alguien reenvía por WhatsApp y que normalmente ignoras. Pero ese día lo vi entero.
Gila salía en blanco y negro, con su teléfono de baquelita, y entre chiste y chiste soltó esta joya: “Cuando te subes a un escenario tienes que pensar como el más listo de la sala y hablar como para que te entienda el más tonto.”
Desde entonces no he dejado de recordarla. La he llevado conmigo en cada charla, presentación, reunión de trabajo, e incluso en conversaciones cotidianas.
Porque, en realidad, todos los días estamos sobre un escenario. No hace falta que haya un telón, ni butacas. Basta con que haya alguien escuchándote. Y créeme, ahí es donde se pone a prueba tu capacidad para comunicar.
Yo antes me complicaba. Creía que cuanto más técnico, más datos y palabras rimbombantes usara, más creíble sonaba. Pero lo que conseguía, en realidad, era desconectar al que tenía delante.
Una vez, en una presentación, un compañero me dijo al terminar: “Lo que has dicho suena muy bien, pero no he entendido nada.” Y ahí me di cuenta: estaba hablando para lucirme, no para conectar.
Desde entonces, cambié. Empecé a escribir mis discursos como si se los estuviera contando a mi madre. No porque piense que no entienda, sino porque sé que si ella lo entiende, lo entiende cualquiera.
No me malinterpretes, sigo pensando con profundidad lo que voy a decir. Me preparo. Pero busco las palabras más sencillas para decirlo.
La verdadera inteligencia no está en usar palabras complicadas, sino en conseguir que una idea compleja parezca simple. Y eso, aunque parezca fácil, es lo más difícil.
Por eso me gusta tanto la frase de Gila. Porque es la esencia de lo que significa comunicar de verdad: pensar bien, hablar claro.
Hoy, cada vez que tengo que hablar en público, me repito esa frase como un mantra.
Pienso como si me fuera a escuchar Einstein. Pero hablo como si le estuviera explicando algo a mi hijo de ocho años.
Porque si él lo entiende, todos lo entienden. Y si todos lo entienden, entonces sí, el mensaje ha llegado.
Gracias, Gila.
MGC
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