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del vídeo al juego

escúchalo a uno punto cinco (1,5) acelerado

[2,5 minutos de lectura]

Desde que era pequeño, los videojuegos han sido mi refugio, mi mundo paralelo donde las victorias eran más dulces, y las derrotas, aunque frustrantes, nunca eran definitivas. 

Podía reiniciar, intentar de nuevo, aprender de mis errores. Era un ciclo emocionante, adictivo.

Con el tiempo esta pasión por los videojuegos se deslizó, casi sin que me diera cuenta, hacia algo más oscuro, más peligroso: la adicción al juego, no solo en mundos virtuales sino en apuestas reales.

Todo comenzó de manera inocente, con apuestas entre amigos sobre quién ganaría una partida. Era divertido, emocionante, y añadía una capa extra de competencia. 

Sin embargo, la línea entre el juego ocasional y la adicción es delgada y fácil de cruzar. Pronto me encontré buscando esa emoción fuera de las consolas y ordenadores, en las apuestas deportivas online y juegos de casino virtuales.

Era un adolescente en busca de adrenalina, sin comprender plenamente las consecuencias.

La transición de los videojuegos a las apuestas fue sutil. Al principio ganaba a veces; otras, perdía.

Pero el verdadero problema no era perder dinero, sino la constante necesidad de jugar, de apostar, de sentir esa mezcla de anticipación y riesgo antes de conocer el resultado. 

Mi mundo comenzó a girar alrededor de la próxima apuesta, del próximo juego. Lo que una vez fue un pasatiempo se convirtió en una obsesión.

Mis estudios, mis relaciones, mi bienestar emocional: todo comenzó a sufrir. Me aislaba más, pasaba horas en línea, y cuando no estaba jugando, estaba pensando en jugar.

La adicción al juego es como cualquier otra adicción; consume tus pensamientos, tus energías, tu vida. Empecé a apostar con dinero de mis padres. Sin parar.

Llegó el momento en que tuve que admitir que tenía un problema. No fue fácil. La adicción al juego, y especialmente en adolescentes, a menudo no se toma tan en serio como debería. Pero el impacto en mi vida era innegable.

Aceptar que necesitaba ayuda fue el primer paso hacia la recuperación, y uno de los más difíciles que he tenido que dar.

Hablar con mi familia sobre mi adicción fue aterrador pero necesario. El apoyo de mis seres queridos fue fundamental.

Buscar ayuda profesional, aprender estrategias para manejar la urgencia de jugar, encontrar nuevas formas de llenar el vacío que el juego había dejado en mi vida … fue un proceso largo y desafiante.

Este viaje hacia la recuperación me ha enseñado mucho sobre mí mismo, sobre la importancia de buscar ayuda cuando la necesitas.

La adicción al juego es una lucha constante, un enemigo silencioso que siempre está al acecho.

Pero ahora sé que soy más fuerte de lo que pensaba, y aunque la tentación nunca desaparece del todo, tengo las herramientas y el apoyo para enfrentarla.

Para aquellos que se encuentran en una situación similar, decirles que no están solos.

La adicción al juego puede afectar a cualquiera, pero con ayuda, comprensión y determinación, se puede superar.

MGC

A partir de septiembre organizaremos unas comidas de impacto. En el enlace puedes ver más detalle y apuntarte.

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