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Siempre he creído que el éxito no es cuestión de suerte, sino de persistencia.
Lo confirmé recientemente durante una intensa ronda de financiación de capital que, contra todo pronóstico, ha culminado en un éxito rotundo en apenas 15 días.
Todo comenzó con una idea ambiciosa y una lista de posibles inversores que, en su mayoría, parecían difíciles de convencer.
La primera reunión fue desalentadora. Sin embargo, mantuve una convicción firme: el 80% del éxito se basa en insistir, como decía Woody Allen. No era solo una frase motivadora, sino una estrategia.
Cada “no” recibido se convirtió en una oportunidad de aprender.
Afiné mi discurso, ajusté las presentaciones y, lo más importante, perseveré.
Llamé una y otra vez a aquellos contactos que creía que podían estar interesados.
No se trataba de insistir por insistir, sino de mejorar con cada intento, de identificar qué resonaba en cada interlocutor y adaptar el mensaje sin perder la esencia del proyecto.
Con cada reunión, ganaba confianza.
Cada pequeño avance era un recordatorio de que la mejora continua es el verdadero motor del éxito.
Finalmente, la insistencia dio sus frutos.
No solo hemos conseguido reunir el capital necesario, sino que lo hemos hecho en un tiempo récord.
Lo que al principio parecía una montaña infranqueable se ha convertido en un sendero pavimentado por la constancia.
Mirando atrás, reconozco que el 20% del éxito se debió a factores como el momento adecuado, la calidad del proyecto y ciertas conexiones clave.
Pero el 80% restante fue fruto de una determinación inquebrantable. Insistir no significa repetir sin cambios; significa evolucionar, adaptarse y nunca rendirse.
Hoy, más que nunca, puedo afirmar que la clave del éxito está en la perseverancia.
Porque cada intento no es un simple paso más: es un peldaño hacia la cima.
MGC
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