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Siempre me ha gustado jugar con las palabras y encontrar expresiones que definan exactamente cómo nos sentimos. Una de mis favoritas, que he hecho mía con los años, es “en las nubes, punto menos”.
Estar en las nubes es algo que todos entendemos: sentirse bien, ilusionado, flotando en un estado de felicidad casi etérea.
A veces, sin llegar a tocar tierra, hay un punto de bajada. No es caer, ni estar mal, simplemente es estar un poco menos arriba de lo que a uno le gustaría. Como cuando pides una hamburguesa y te preguntan cómo lo quieres: punto más, punto menos. Pues así con el estado de ánimo.
“¿Cómo estás?” es una de las preguntas más automáticas que hacemos y nos hacen.
La mayoría de las veces respondemos con un “bien” casi reflejo, sin pensarlo, sin querer profundizar demasiado. Pero si alguien de verdad me pregunta con intención de saber cómo estoy, ahí es donde me gusta usar mi expresión:
—Hoy, en las nubes punto menos.
Es una forma de decir que me encuentro bien, pero podría estar mejor.
Que no es un mal día, pero tampoco el mejor. Han pasado cosas buenas hoy.
Que el ánimo es bueno, aunque la cabeza pesa un poco más de lo habitual.
Es un aviso sutil para los que nos quieren, para los que están cerca nuestro, de que quizá necesitemos una conversación, un respiro o simplemente un café sin prisas.
También existe la otra cara de la moneda: “en las nubes, punto más”. Ese estado en el que uno está más arriba que hasta puede dar vértigo.
Cuando la energía es tan alta que conviene anclarse un poco para no perder la perspectiva. Porque tan importante como saber cuándo el ánimo baja es saber cuándo se dispara demasiado.
El equilibrio es clave. Ni demasiado arriba ni demasiado abajo.
Un optimismo realista, sin falsas euforias ni dramas innecesarios.
Y, sobre todo, la capacidad de identificar y expresar cómo nos sentimos realmente.
Porque a veces, en el ritmo frenético del día a día, olvidamos que preguntar y escuchar cómo está alguien puede cambiarle el día.
Hoy, si me preguntas, sigo en las nubes, punto menos. Pero con la tranquilidad de saber que, si sopla un buen viento, podré subir de nivel. Y si llueve, ya me encargaré de abrir el paraguas.
MGC
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