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Me he dado cuenta de que la mente tiene una especie de lupa invisible.
No hace ruido, no pide permiso, pero está ahí, lista para agrandar cualquier cosa que pongas en su punto de mira.
A veces lo he comprobado de manera casi mágica: cuando me obsesiono con un problema, este crece. Se multiplica. Lo veo en todas partes, como si me persiguiera.
Pero también he visto el efecto contrario. Cuando me concentro en una idea positiva, en una meta, en algo que quiero construir, todo empieza a conspirar a favor.
Es curioso, porque no siempre fui consciente de ello.
Durante años me centré en lo que me faltaba: tiempo, dinero, reconocimiento, incluso cariño. Y mientras más pensaba en ello, más sentía su ausencia.
Como si mi atención alimentara el vacío. Era frustrante.
Hasta que un día escuché esa frase —en lo que te enfocas, se expande— y, aunque al principio me sonó a frase de taza de desayuno, no la pude soltar.
Me quedé pensando en cuántas veces había sido yo mismo quien, sin darme cuenta, había inflado mis propios miedos, dudas o frustraciones simplemente por mirarlos demasiado rato.
Así que decidí cambiar de enfoque.
No fue de golpe, claro. Pero comencé a redirigir mis pensamientos. En lugar de pensar en lo que me faltaba, empecé a valorar lo que ya tenía.
En lugar de concentrarme en todo lo que podía salir mal, me enfoqué en dar pequeños pasos que me acercaran a lo que sí quería.
Y, sorprendentemente, las cosas empezaron a moverse.
Nada espectacular al principio, pero sí constante. Como si aquello a lo que le dedicaba mi atención empezara a crecer de manera natural, como una planta bien regada.
He aprendido que la mente es como un jardín. Puedes dejar que crezcan las malas hierbas o puedes elegir plantar semillas con intención.
Las preocupaciones, los miedos y la negatividad siempre van a estar ahí, pero no tienen por qué ocupar todo el terreno. Basta con decidir hacia dónde mirar, y poner el foco ahí, día tras día.
Hoy trato de enfocarme en lo que quiero construir, en las personas que me inspiran, en las ideas que me ilusionan.
Porque si algo he aprendido es que aquello en lo que te enfocas, inevitablemente, se expande.
Y yo prefiero que se expanda lo bueno.
MGC
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