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feliz Año Nuevo

[2,5 minutos de lectura]

El 31 de diciembre siempre llega con una mezcla de nostalgia y emoción. 

Es curioso cómo, mientras unos se apresuran a hacer balances del año y otros diseñan elaborados vision boards para planificar el siguiente, yo prefiero algo más simple: hacer lo que más me gusta y disfrutar en familia.

Cada año nuestra familia tiene una tradición que espero con ganas. Nos vamos todos juntos a la misma estación de esquí, un lugar que nos une por lazos familiares y que se ha convertido en nuestro refugio para cerrar el año. 

Cambiamos la cena del 24 de diciembre, que pasamos con mi familia, por el 31 de diciembre con parte de la familia de mi mujer. Y aunque las dinámicas cambian, el calor familiar permanece.

Me gusta la celebración del 31. Me recuerda a las risas, las anécdotas y esos momentos que guardo con cariño. 

También me recuerda a los que ya no están. Mi hermana y mi padre siempre formaron parte de esta tradición, y su ausencia deja un vacío imposible de llenar. 

Pero en cierta forma, cada vez que nos reunimos, siento que están con nosotros, compartiendo las uvas, esa tradición tan absurda y divertida a la vez.

Ah, las uvas… Nunca me pierdo unas. Bueno, casi nunca. Hubo una vez, en plena estación de esquí, que nos fuimos sin uvas. 

Encontrar uvas en la montaña a finales de diciembre no es tan fácil como parece. El año pasado las olvidamos en un rincón embasadas al vacío y las encontramos meses después. Este año nos han servido, y no pienso repetir el error.

El 1 de enero tiene un significado especial para mí. Es mi Santo. Antes, mi padre y yo nos felicitábamos con una copa de champán en la madrugada, y el resto de la familia nos seguía. Ahora, muchas veces se les pasa, y las felicitaciones llegan al día siguiente. Me hace sonreír porque sé que no es por falta de cariño.

Manuel, mi nombre, es una herencia con significado. “Dios con nosotros”, dice su origen hebreo. 

Y cada año, el 1 de enero, empiezo el día en la nieve, esquiando con la familia. Es nuestra manera de arrancar con energía. 

Por la tarde, cojo mi agenda y envío un mensaje de felicitación a todos los Manuel que conozco. Es un pequeño gesto que me conecta con los demás y me recuerda que hay tradiciones que hay mantener.

Así paso el 31 de diciembre y el 1 de enero, con gratitud, familia y pequeños rituales que hacen que cada año, a pesar de todo, valga la pena.

¿Y tú? ¿Cómo celebras el inicio de un nuevo año?

Te deseo un feliz Año Nuevo y lo mejor para el 2025.

MGC

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