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La Navidad siempre ha tenido un significado especial para mí.
Es ese momento del año donde el mundo parece detenerse dejando espacio para la paz, el amor y la celebración.
A pesar de los altibajos cada diciembre trae consigo una mezcla de emociones que hacen de esta época algo único.
Lo que más me gusta de la Navidad es la paz que se respira en el ambiente. Las luces, las calles decoradas, y el reencuentro con la familia crean una atmósfera cálida, casi mágica.
El 24 de diciembre es uno de mis días favoritos porque lo pasamos casi todos juntos.
Es el día en el que el corazón se llena de gratitud y alegría por tener a los seres queridos cerca.
Ese mismo día lo que más disfruto es celebrar el nacimiento del Niño Jesús. Para mí, esa es la esencia pura de la Navidad.
Cada año asistimos a la misa de medianoche en una iglesia donde el altar se transforma en un pequeño Belén viviente.
Animales reales rodean la escena, y la sensación de estar en ese pesebre me llena de paz y emoción. Es una tradición que me conecta con algo más grande, recordándome lo sencillo y hermoso que es el mensaje de la Navidad.
En casa también vivimos la tradición de los angelitos, algo que viene de la familia de mi mujer.
Los Engelein llegan con regalos para todos. Es un detalle que refuerza la idea de que en Navidad todos tenemos algo que recibir y también mucho que dar.
El 25 de diciembre marca el comienzo de otra tradición familiar: partimos de viaje. Desde hace años, pasamos dos semana esquiando, disfrutando de la naturaleza y desconectando de todo hasta el 5 de enero.
Volvemos justo a tiempo para la celebración de Reyes el 6 de enero, un día que sigue manteniendo su magia para todos en casa.
Sin embargo, no todo es alegría en estas fechas. Lo que menos me gusta de la Navidad es esa inevitable sensación de ausencia.
Ya no estamos todos, y cada año que pasa, siento con más fuerza el vacío que dejan los que se han ido.
La Navidad trae momentos difíciles, donde la nostalgia se mezcla con la celebración. A veces, parece que la felicidad de estos días viene con un pequeño nudo en la garganta.
Así es la vida. A pesar de las ausencias me esfuerzo por mantener vivo el espíritu navideño.
Quiero que mis hijos y los más pequeños de la familia sientan la misma emoción que yo sentía cuando era niño.
La Navidad es un puente entre el pasado y el futuro, y mientras estemos aquí, seguiremos celebrando con amor y gratitud.
Feliz y santa Navidad, para todos los que siguen iluminando nuestro camino y para aquellos que nos cuidan desde otro lugar.
MGC
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