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inmobiliarias en la Costa del Sol

escúchalo a uno punto cinco (1,5) acelerado

[2,5 minutos de lectura]

Llevo más de 25 años en el sector inmobiliario y, a lo largo de estos años, he acumulado experiencias que oscilan entre lo rutinario y lo extraordinario. 

Si bien todavía me quedan situaciones por presenciar, algunas quizás nunca lleguen a mi puerta, pero de lo que he vivido hasta ahora hay mucho que compartir.

Corría el año 2005, una época dorada para el sector: se vendía todo. En aquel entonces, formaba parte de una promotora constructora de tamaño mediano con una facturación anual de 300 millones de euros. 

Nuestro alcance cubría desde Castilla y León hasta Madrid y se extendía a lo largo de la costa, desde Sotogrande hasta Castellón. 

La empresa era un ejemplo de gestión excepcional, dirigida por una familia con un profundo saber hacer y un presidente que inspiraba confianza y respeto.

Mi rol era dirigir la red comercial tanto nacional como internacional, excluyendo las ventas directas en nuestras oficinas de venta en las promociones. 

Un volumen significativo de nuestras operaciones se canalizaba a través de los agentes externos que dependían de mi. En esa época, entidades como El Corte Inglés y Carrefour también se adentraban en la venta de inmuebles, pero nuestro foco se centraba en cerrar acuerdos con inmobiliarias por toda Europa en países como Francia, Bélgica, Holanda, Reino Unido, los países nórdicos o Israel, entre otros.

La Costa del Sol era un hervidero de jóvenes, especialmente británicos, que vendían propiedades con una facilidad envidiable, movidos por comisiones que podían alcanzar hasta el 15%. Con sus coches de lujo y estilo de vida holgado.

Nosotros ofrecíamos un máximo del 5%, apostando por relaciones a largo plazo en lugar de grandes pagos inmediatos. Sin embargo, esta estrategia nos convertía en menos atractivos comparados con las altas comisiones de la competencia. En cualquier caso se vendía todo.

El lado oscuro de este boom inmobiliario se revelaba en las prácticas de cobro. Los retrasos en los pagos eran normales y, cuando estos se retrasaban mas de la cuenta, recibimos visitas de “gorilas” enviados por los agentes inmobiliarios para recordar el pago de sus comisiones. En alguna ocasión se produjeron incidentes relevantes. No eran situaciones cómodas. Se realizaban pagos muy importantes. 

Estas situaciones eran tensas y ponían en perspectiva la complejidad de manejar tales interacciones, especialmente en una zona que recién veía la salida de Jesús Gil de la alcaldía de Marbella.

Este tipo de experiencias, aunque estresantes, eran parte integral del juego: altos riesgos con potenciales altas recompensas. 

Aprendí que la clave estaba en la gestión meticulosa, establecer buenos contacto basados en el interés mutuo, el mantenimiento de relaciones equitativas y, sobre todo, en la habilidad para navegar por las aguas a veces revueltas.

Esta reflexión es solo la punta del iceberg de muchas otras historias de trabajar en la industria inmobiliaria, donde cada decisión puede significar millones y cada acuerdo lleva consigo tanto oportunidades como desafíos significativos.

MGC

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