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inversiones de impacto

[2,5 minutos de lectura]

Llevo meses trabajando en algo que me apasiona: las inversiones de impacto. 

Es un término que puede sonar técnico o distante, pero para mí es algo mucho más tangible y significativo. 

Se trata de dirigir capital hacia proyectos que no solo generen rentabilidad financiera, sino que también dejen una huella positiva en la sociedad y el medio ambiente.

Mi camino hasta aquí no ha sido lineal. Durante años he trabajado en Civislend, una plataforma de financiación participativa que me ha permitido sumergirme en el fascinante mundo de la financiación de proyectos inmobiliarios. 

Desde allí aprendí cómo se estructura una inversión, cómo se evalúa el riesgo y, sobre todo, cómo los edificios y desarrollos urbanos pueden impactar en la vida de las personas. 

Era apasionante ver cómo un terreno vacío podía convertirse en viviendas, oficinas, un hotel o espacios de ocio. 

Sin embargo, con el tiempo, comencé a preguntarme: ¿y si pudiéramos hacer más? ¿Y si estas inversiones no solo generaran un retorno financiero, sino también contribuyeran al bien común?

Así nació mi interés por las inversiones de impacto. Y también porque me volví a juntar con mi actual socio, especializado en este tipo de inversiones.

Este enfoque va más allá de los números: busca generar beneficios sociales y medioambientales medibles. No se trata solo de construir, sino de construir mejor. 

Estoy trabajando en un proyecto que combina mi experiencia en el sector inmobiliario con esta visión transformadora. 

Nos enfocamos en proyectos que regeneran comunidades, promueven la eficiencia energética y abordan problemas críticos como la falta de vivienda asequible o la revitalización de espacios urbanos abandonados.

Por ejemplo, uno de los proyectos en los que estoy trabajando tiene como objetivo desarrollar un complejo de viviendas sostenibles en una zona urbana marginada. 

Estas viviendas no solo estarán diseñadas con materiales ecológicos y energías renovables, sino que también tendrán precios accesibles para familias de ingresos medios y bajos. 

Además el proyecto incluye espacios comunitarios, huertos urbanos y talleres para fomentar la cohesión social. 

Para mí este tipo de inversiones son un recordatorio de que los números no son lo único que importa. Detrás de cada metro cuadrado hay personas, historias y futuros en los que podemos impactar positivamente.

¿Por qué estoy centrado en esto? Porque creo firmemente que el dinero es una herramienta poderosa para el cambio. 

En Civislend aprendí cómo financiar proyectos, pero ahora quiero ir un paso más allá: quiero ser parte de una transformación donde cada inversión cuente, no solo para quienes buscan un retorno, sino también para el mundo que dejamos atrás.

Trabajar en inversiones de impacto no es fácil. Implica encontrar un delicado equilibrio entre rentabilidad y propósito. 

Pero cada vez que veo un proyecto cobrar vida y cumplir esa dualidad, sé que estoy exactamente donde quiero estar.

MGC

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