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la clave del éxito …

escúchalo a uno punto cinco (1,5) acelerado

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Desde pequeño he sentido una inclinación irrefrenable hacia la creación. Hacía dibujos en los márgenes de mis cuadernos, escribía historias en servilletas y soñaba con grandes aventuras. 

Pero el mundo real es menos indulgente con los soñadores. Me encontraba a menudo sumergido en dudas, escuchando voces externas que me decían que buscar un camino convencional era lo sensato, lo seguro. 

Un día, las palabras de de un conocido guionista, productor y director de cine me llegaron como un eco distante que resonó en mi interior: “Tienes que encontrar tu propio camino”.

Esas palabras se me grabaron. Comprendí que no había manuales para lo que deseaba alcanzar. No había atajos hacia la originalidad ni secretos escondidos que alguien más pudiera revelarme. 

La única forma de aprender era trabajando, haciendo, equivocándose, y volviéndolo a intentar.

Con el tiempo, mi miedo inicial al fracaso se transformó en una chispa de curiosidad. ¿Qué pasaría si simplemente intentara hacer eso que tanto temía? Emprender, esa maquinaria gigantesca y a veces abrumadora, se convirtió en mis horas libres por la tarde, en los fines de semana. 

Me lancé a emprender no desde una escuela, sino desde la trinchera, echando horas y horas con amigos, utilizando Excel y PowerPoint´s y redactando en noches muy largas.

“Y si estás asustado, si todo parece demasiado desalentador… Genial”, recordaba las palabras del director de cine. 

Estos momentos de miedo se convirtieron en señales de que estaba en el camino correcto, haciendo algo que realmente importaba. 

Cada proyecto que parecía imposible solo alimentaba más mi determinación. “Lo haces de todos modos”, me decía.

Encontré en el emprendimiento un medio de vida y también un reflejo de mi propia evolución. 

Aprendí que en el gran engranaje de la vida laboral, a pesar de los rechazos y las críticas, lo único que realmente importaba era mi visión. “Eres solo tú y lo que te impulsó a hacer este proyecto”, me repetía cada vez que las dudas asaltaban mi mente.

En cada nuevo proyecto, mantenía esa chispa de pasión, ese impulso inicial que me llevó a emprender por primera vez. 

Años después, mientras hacía una presentación en una escuela de negocios, las palabras de este director las seguía teniendo muy presentes. 

No porque hubiera pasado por muchos de los secretos de emprender, sino porque había aprendido uno de los más importantes: la esencia de cualquier proyecto no es la idea, los socios, el plan de negocio, el equipo o incluso el talento; es la ejecución.

“Ahora ponte manos a la obra”, concluyó mi presentación en la escuela, una invitación a todos los jóvenes emprendedores que, como yo, buscaban su lugar en el mundo de las startups y el emprendimiento.

Sabía que, al final del día, el único que puede trazar su destino es uno mismo, y en ese camino solitario, estar enamorado de lo que haces es la verdadera clave del éxito.

MGC

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