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Hace tiempo me crucé con una frase de Séneca: “La verdadera felicidad no consiste en tenerlo todo, sino en no desear nada.”
La apunté en una nota que llevo siempre encima, y la he releído muchas veces, especialmente cuando me sorprendo deseando algo que no necesito.
Vivimos en una sociedad obsesionada con tener más. Más cosas, más likes, más dinero, más éxito.
Y sin darnos cuenta, también vivimos más insatisfechos. Porque, ¿cuándo es suficiente? Siempre parece que falta algo. Siempre hay un siguiente escalón que subir, una nueva meta que alcanzar, una compra más que hacer.
Yo he caído muchas veces en esa trampa. Me he dicho a mí mismo que si lograba cierto proyecto, si compraba cierto objeto, si alcanzaba cierta cifra, entonces sí… entonces sería feliz.
¿Sabes qué pasaba cuando lo conseguía? Lo celebraba un momento, claro, pero al poco tiempo ya estaba mirando lo siguiente. Era como beber agua salada: cuanto más bebía, más sed tenía.
Con los años he aprendido —a base de errores y cierta dosis de introspección— que las cosas que más llenan no se compran.

Un paseo tranquilo con alguien a quien quieres. Una conversación sincera. El silencio de una mañana de domingo. El olor de una comida que te recuerda a tu infancia. Un abrazo que no necesitas pedir.
Por supuesto que necesitamos dinero para vivir, y aspirar a mejorar no es malo. Pero hay una línea fina que separa el progreso del deseo infinito.
Y cuando vives deseando constantemente lo que no tienes, te olvidas de agradecer lo que ya está contigo. La felicidad, me he dado cuenta, no está en conseguir más, sino en necesitar menos.
No digo que sea fácil. Desapegarse de los deseos requiere entrenamiento, igual que los músculos. Pero cuanto más practicas, más ligero te sientes.
Y es curioso cómo, cuando dejas de desear tanto, empiezas a disfrutar más. Más de lo simple. Más de lo cotidiano. Más de lo real.
Hoy me he vuelto a encontrar con esa frase de Séneca. La he subrayado. Y al terminar este texto, creo que voy a recalcarla en mi nota, pero esta vez no solo como recordatorio, sino como propósito: ser feliz no por lo que me falta, sino por lo que ya me acompaña… y por todo lo que ya no deseo.
MGC
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