escúchalo a uno punto cinco (1,5) acelerado
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En un evento de trabajo, experimenté un momento que me hizo reflexionar profundamente sobre la fragilidad de nuestra existencia.
Mientras conversaba animadamente con un amigo, de repente mencionó que se sentía mareado. Con la intención de ayudar, fui a buscarle un vaso de agua, pero antes de que pudiera regresar, se desplomó al suelo.
Aunque recuperó la conciencia rápidamente, el susto fue importante. Decidimos que se sentara, buscando prevenir otro desvanecimiento; sin embargo, pasaron unos minutos antes de que volviera a caerse, esta vez perdiendo completamente el conocimiento.
En esos instantes, un torrente de pensamientos me asaltó. La posibilidad de perder a alguien tan de repente fue un shock emocional que me dejó KO y con una sensación de impotencia abrumadora.
Afortunadamente, tras unos momentos que parecieron una eternidad, abrió los ojos y poco a poco fue regresando a sí mismo. El alivio que sentí fue inmenso, pero el incidente dejó una marca en mi percepción de la vida y la salud.

Me hizo pensar en lo efímero de nuestra presencia en este mundo y cómo, en un instante, todo puede cambiar.
A menudo vivimos bajo la ilusión de que somos invencibles, que tenemos un control total sobre nuestras vidas y que nuestros planes son definitivos.
Sin embargo, la realidad es que no somos nada más que seres extraordinariamente frágiles, navegando por un mar de incertidumbres que pueden alterar drásticamente el curso de nuestras vidas en cualquier momento.
La salud, ese bien tan preciado y a veces tan ignorado, se presenta como una alerta en tales circunstancias.
Es un recordatorio potente de que debemos cuidarla con todas nuestras fuerzas, prestar atención a las señales que nos da nuestro cuerpo y no dar por sentado ni un solo día de bienestar.
La enfermedad y la muerte son realidades inevitables, pero muchas veces evitables a través de la prevención y el cuidado proactivo.
Pensar en “qué hubiera pasado si” es un ejercicio que no nos gusta hacer. El valor de la salud y la vida tiene un significado profundo.
Este incidente me vuelve a recordar que cada día es un regalo y que debemos abrazar la vida con entusiasmo y gratitud.
Conversar sobre estas experiencias, compartir nuestros miedos y apoyarnos mutuamente en momentos de vulnerabilidad no solo nos humaniza, sino que también fortalece los lazos que nos unen.
En última instancia, estos eventos nos recuerdan que no somos nadie para desafiar las leyes naturales de la existencia y que la humildad ante la vida debe ser nuestra compañera constante.
Cuidemos nuestro bien más preciado con diligencia y amor, y vivamos cada momento con la pasión y la intensidad que merece.
No somos nadie en el universo, pero para aquellos que nos rodean, lo somos todo.
MGC
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