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Desde tiempos inmemoriales, el refrán “pez grande se come al chico” ha servido para ilustrar una verdad inmutable sobre el abuso de poder y la opresión.
Originario del siglo XVI en Flandes, este proverbio reflejaba una realidad social donde los poderosos aplastaban a los débiles sin miramientos.
A lo largo de la historia, hemos visto cómo esta dinámica se repetía en innumerables escenarios, desde las conquistas imperiales hasta las guerras corporativas en el ámbito empresarial.
Sin embargo, en la era actual, caracterizada por una revolución digital sin precedentes, el significado de este proverbio está siendo reevaluado.
En el mundo de hoy, dominado por la economía del conocimiento, no son necesariamente los grandes quienes devoran a los pequeños, sino los rápidos quienes superan a los lentos, y los ágiles quienes vencen a los pesados.
Este cambio radical ha transformado los terrenos de juego tradicionales en sectores como la informática, las telecomunicaciones, las utilities, las finanzas y el comercio.
La llegada de la tecnología moderna ha democratizado en gran medida el poder.
Los conglomerados mediáticos que una vez dominaron la esfera pública ahora ven cómo su influencia se diluye frente a la emergencia de nuevos actores.
Con la aparición de las redes sociales y plataformas digitales, individuos y grupos pequeños pueden acumular una influencia considerable, desafiando así la vieja lógica del “pez grande”.

Un aspecto crítico de esta nueva realidad es la capacidad de las comunidades organizadas para efectuar cambios significativos.
En un mundo interconectado, movimientos coordinados pueden provocar reacciones en cadena que afectan a grandes corporaciones y entidades financieras.
Por ejemplo, una campaña bien orquestada que motive a los clientes a abandonar un banco o una compañía eléctrica puede llevar a pérdidas financieras catastróficas y a caídas dramáticas en las cotizaciones bursátiles e incluso a quiebras.
La gestión de crisis en las grandes corporaciones es una práctica constante, con protocolos claramente establecidos que se implementarían con precisión en caso de necesidad.
Estos fenómenos reflejan cómo la fuerza de la comunidad y la agilidad operativa se están convirtiendo en nuevas formas de poder, subvirtiendo la antigua narrativa de que solo los grandes pueden dominar.
Sin embargo, es crucial no subestimar la potencia de estos grupos organizados.
Si bien la fragmentación de las plataformas de comunicación ofrece una protección contra movimientos masivos homogéneos, también proporciona un terreno fértil para que pequeñas células de influencia crezcan y se conviertan en fuerzas dominantes.
Así, en la era digital, “pez grande se come al chico” se transforma.
Ahora hablamos de cómo la estrategia, la innovación y la conexión comunitaria dictan quién “come” a quién.
Esta evolución del proverbio no solo refleja un cambio en la estructura de poder, sino que también ofrece una visión esperanzadora de cómo incluso los “pequeños” pueden tener un impacto profundo en el panorama global.
La clave está en reconocer y movilizar el poder inherente en la agilidad y la comunidad, principios que hoy día pueden redefinir lo que significa ser “grande”.
MGC
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