mejor leer – también escuchar a uno (1) despacio o (1,5) acelerado
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Esta tarde salgo de viaje con varios amigos en el tren de alta velocidad.
Mientras espero en la estación, observo cómo todo a mi alrededor se mueve a un ritmo vertiginoso: los pasajeros caminan apresurados, las pantallas cambian de información, y los trenes llegan y salen como si el tiempo fuera un recurso limitado que debemos exprimir al máximo.
No puedo evitar preguntarme si, quizás, todo esto está yendo demasiado rápido.
Muevo mis pensamientos a la velocidad a la que suelo vivir: hablo deprisa, leo rápido, compro lo más ágil que puedo, me transporto sin pausa, y hasta las comidas parecen una carrera contra el tiempo. Y me pregunto, ¿esto es necesario?
Hace unos meses mientras veía una vídeo sobre física cuántica, un tema que me apasiona, vi una entrevista fascinante.
La científica entrevistada hablaba sobre la velocidad de la luz y los esfuerzos de los investigadores en Suiza para entender los misterios del universo y la creación del mundo.
Mencionó que a veces, por más avanzados que sean sus investigaciones, no saben cómo avanzar. Lo más curioso es que comentaba que, en algunas ocasiones, invitan a niños a visitar estas instalaciones, y estos pequeños, con su forma pura de ver el mundo, sin las limitaciones que tenemos los adultos, aportan ideas que inspiran a los científicos.
En una de esas visitas uno de los niños les lanzó una pregunta curiosa: “Si la luz viaja tan rápido, ¿a qué velocidad viaja la oscuridad?”. Me encantó la anécdota y cómo explico que los científicos se quedaron mirándose entre ellos..

La entrevistada continuó hablando de otros temas sin detenerse demasiado en la reflexión del niño.
Aquel momento se me grabó.
Si la luz viaja tan rápido, ¿y la oscuridad? Me he dado cuenta de que muchas veces me siento envuelto en una vorágine, como si estuviera persiguiendo algo que se mueve tan deprisa que me resulta imposible alcanzarlo.
Pero cuando me detengo, cuando reduzco la velocidad y me permito saborear, la oscuridad de la prisa parece desvanecerse.
Vivir a toda velocidad tiene su atractivo pero también su coste. Cuando desaceleramos podemos disfrutar del trayecto no solo del destino.
Quizás la oscuridad viaja más despacio, esperando a aquellos que deciden frenar, observar y disfrutar sin prisas.
Mientras me subo al tren, decido que, aunque viaje a gran velocidad, intentaré que mis pensamientos se muevan a un ritmo más pausado.
ps: el título del relato es de Steven Wright, cómico, actor, escritor y productor de cine estadounidense ganador de un Óscar
MGC
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